lunes, 27 de enero de 2014

¿Qué hacemos con Maisie?


Por: Pilar Alberdi

¿Qué hacemos con Maisie? La película que dirigen Scott Mc Gehee y Daniel Siegel con guión de Carroll Cartwright es una adaptación de la novela Lo que Maisie sabe de Henry James, obra que el autor publicó en 1898.
Cuenta en su reparto con Julianne Steve Coogan, Onnata Aprile, Diane García, Alexander Skarsgard, Samantha Buck, Joanie Vanderham, entre otros.
¿Qué hacemos con Maisie? Lo que Maisie sabe. Los dos títulos son acertados. El del libro, sin duda, más sugerente. Maisie sabe demasiado, en poco tiempo la vida le acaba de dar una lección magistral de las que no se olvidan. Si hay familias felices, ahora ya lo sabe, la suya no es una de ellas.
La historia es sencilla y está contada del mismo modo. A mí se me pasó el tiempo volando; cuando quise darme cuanta ya aparecían los créditos y esto me resultó así por dos razones: la primera, el guión en su afán de mantener la tensión tiene muchos puntos altos, que se vuelven a repetir una y otra vez de diferente manera, pero siempre con el mismo objetivo. Y la segunda, es que en uno de esos momentos se termina la película. Es lo que tienen los finales abiertos, aunque predecibles.
De estos padres sabemos que saben «utilizar» en su beneficio a quien se ponga delante. Comprobado. Pero, la pregunta obvia es: ¿se quisieron alguna vez? Vemos en la pantalla dos personas que no se aman, que no conocen la dimensión de «responsabilidad» que entraña esa palabra. Alguien con un poquito de sensibilidad hubiera previsto ese dramático futuro. En manos de estos adultos, la niña es un objeto más, una propiedad por la que luchar.
No es igual la historia del libro pero si semejante en lo fundamental, aunque en el texto la relación se complica y la historia llega hasta la adolescencia de Maisie.
Estamos, pues, ante una mujer y un hombre que se creen capaces de conseguir lo que desean. Dos competidores en un ring siempre dispuestos a la victoria. Estamos ante una niña a la que inician en el mundo de la mentira y la hipocresía a través de las confidencias que le dicen («es nuestro secreto») y a la que, de algún modo, culpan inconscientemente. Para el hombre, todo se puede obtener con un poco de habilidad. Para la mujer, que está en una mejor posición económica también, pero ella, además, siente que todo está en su contra.
Desde la psicología sabemos lo que va a ocurrir con estos niños: o se salvan o se pierden como sus padres. Si ocurre lo primero serán excelentes padres, si lo segundo repetirán la historia o acaso y por temor a equivocarse no tendrán hijos. En cualquier caso, el mayor problema con el que se encontrarán en sus vidas es el de conseguir centrarse en la búsqueda de sus propios objetivos, primero, porque nadie les obligará a que se los planteen y, segundo, porque la vida siempre girará alrededor de sus progenitores. Que van a hacer ellos con sus vida, ese será el tema recurrente, no que puede hacer la niña con la suya.
De todos modos, si algo saben los niños como Maisie, es reconocer quién les quiere de verdad, y eso es algo que, suceda luego lo que suceda, no olvidarán jamás.

domingo, 19 de enero de 2014

LA GRAN BELLEZA

Por: Pilar Alberdi


No esperaba tanto, ni tan especial y diferente. Habla la imagen, tomas largas, panorámicas que se centran de repente en detalles. Y el sonido lo mismo, igual que en la vida, mientras miramos una imagen resulta que escuchamos unas palabras que no se corresponden con lo que vemos pero que surgen a nuestro lado de imprevisto. Múltiples y pequeñas escenas reunidas en una escena. Y la música, ese coro casi angelical mezclado con imágenes hermosas o procaces. Dando vueltas alrededor de la verdad y la mentira.
Solo por volver a sentir esta primera visión de la historia, habría que volver a ver la película, porque el gran momento de esta obra es ese, el del primer encuentro con tanta belleza plasmada en la forma de presentar las imágenes y el sonido para dar veracidad a una historia, la de esa burguesía que vive a nuestro lado y que no vemos más que cuando sale en los medios de comunicación, ya sea por una boda o por un caso de corrupción.
Escribo estas líneas un día después, y la magia sigue siendo la de ese momento, hoy, un recuerdo todavía vivo y palpitante. La prueba de oro: la mayoría de los espectadores, esa minoría que gusta del cine de esta clase, al final, demoraron en ponerse en pie y se dejaron estar hasta que pasó la última de las palabras de los créditos.
Viéndola encontramos la indolencia, la banalidad, la futilidad y hasta el vacío existencial.
El actor Toni Servillo encarnando al periodista Jep Gambardella, que como escritor lleva cuarenta años sin escribir su segunda novela, será nuestra mirada. Él tiene un espacio privilegiado en un periódico, almuerza comida casera con la directora, vive dentro del marco de una intelectualidad que no posee y de un nombre que se cotiza siempre al alza gracias a ese mismo periódico.
Aquí la cuestión fundamental es cómo dar sentido a una vida que amenaza con el final; es decir con un balance de arrugas y años acumulados y algunas pérdidas insustituibles; y sobre todo, cómo hacer preguntas con sentido entre personas que no están acostumbradas a hacerlas o para las que no tendrían ya respuesta. Si hay fracaso, la culpa no es de ellos, es de Roma.
Sabíamos que «la pobreza nace de la opulencia» y aquí nos acercamos. Esta no es la gente que produce, es la que ha heredado, la que vive gozosamente, la del cuento de las Mil y una noches, el que dice: «Mesa, sírveme» y aparecen los mejores manjares y el dinero y las señoritas jóvenes. También sabíamos que la burguesía como dueña de la propiedad forma parte de ese algo abstracto que está más allá del límite de la a vida de la mayoría de las personas, es decir, de quienes deben contentarse con un sueldo mínimo, un encuentro amoroso de fin de semana y una tablet con banda ancha de Internet para darse un garbeo por el mundo.
Como en otras películas, hay algún inmigrante, más de uno, de países cercanos o no tan cercanos, que ponen el toque de sensatez, horarios y obligaciones que parece haber perdido la burguesía de la vieja Europa, en un ambiente italiano, donde la curia se mezcla con señores de frac y señoras con vestido de muselina, y hay bodas elegantes que cuestan millones y fiestas donde la droga circula a raudales y la decadencia es ya tanta que los nobles se alquilan para ir a las fiestas casi como un adorno y la posmodernidad es ese salir de compras, ese olvidarse de que existen otros mundos al margen del suyo hasta que algo se los recuerda, y la belleza, claro, y el glamour, y el grupo de los iguales justificando sus vidas.


Dirección: Paolo Sorrentino
Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello
Música: Lele Marchitelli
Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Giorgio Passotti, Luca Marinelli, Massimo Popolizio.

Nominada a los Oscars en 2013 como mejor película de habla no inglesa; Globo de oro en la misma categoría y varios premios más.

Nota: «la pobreza nace de la opulencia» Charles Fourier citado por Ernst Bloch en El Principio Esperanza. Libro II.

lunes, 13 de enero de 2014

EL MÉDICO



Pilar Alberdi

Aviso: si no has visto la película, esta entrada contiene spoilers.

No voy a ser yo quien desmerezca esta película y más cuando su director, Philipp Stölzl ha dicho que lo importante era «conseguir el guión», pero ¿qué puedo decirles que no haya dicho ya el autor:"Es interesante ver cómo una persona adapta tu trabajo, pero es difícil observar cómo otro lo cambia". También ha dicho: "sólo diré que si la novela que yo escribí hace tantos años es una roja y suculenta manzana, los cineastas han extraído de ella para la película una jugosa naranja".
Mientras la veía hubo cosas del guión que me chirriaron en el oído como los ejes de unas ruedas de carromato a punto de romperse, ya se sabe aquello de que imagen y palabra juntas son las que afirman el mensaje, pero qué se puede sentir cuando una ve y oye a un muchacho (siglo XI en Inglaterra al que le cortan un dedo del pie infectado, por supuesto, sin anestesia, y con una sierra que una supone cuando menos oxidada: «¡Mi primera amputación!» dice el adolescente y sonríe como si se tratase de la película Solo en casa o Harry Potter. Y así tendría para darles algunos ejemplos más.
¿Qué se puede pensar sobre esas figuras humanas del (supuesto) siglo XI, que caminan como seres del XXI, con cuerpos de este siglo y que mal elegidos tantos pretenden parecer cuerpos del medioevo? ¿No saben los que se ocupan de estas tareas que según las ocupaciones los cuerpos tienden a comportarse, mostrarse de un determinado modo? ¿No han visto campesinos de los de toda una vida en el campo? ¿De verdad toda esa gente del medioevo que no consumía azúcares refinados ni cereales trasgénicos tenían tan mala dentadura?¿Desde cuándo el concepto y significado de la «música de las esferas» es de Aristóteles? ¿Error de traducción para un concepto que es de Pítagoras y que le define además, en su importancia del número y de las relaciones entre el largo de las cuerdas de la lira y las notas, en su sentido además de Principio del universo? Desde luego aquellos estudiosos que contaban con copias de esas obras o de algunos fragmentos de ellas sabían mejor que nosotros de aquel pasado filosófico.
Si yo fuera Noah Gordon también habría mostrado mi enfado,pese al excelente reparto, pero ya se sabe lo que pasa cuando vendes los derechos: él mostró su discrepancia y, al final, tuvo que aceptar porque no tenía ninguna otra opción. ¿Qué otra cosa podía hacer? La película ya estaba hecha.
No había leído el libro pero como la persona con la que acudí al cine me dijo que mucho de lo que se mostraba no era así, me obligué a darle un repaso por encima, y solo haciendo eso, recorriendo sus páginas de manera rápida encontré que la obra de Noach Gordon es más realista, que los musulmanes no son los peores como en esta historia, que la mujer del protagonista no era española, ni morena, ni le dio solo un hijo, sino que era galesa, pelirroja, corpulenta, capaz de pegarle y que le dio por lo menos tres niños; que los dos hermanitos que dejó el protagonista en Inglaterra eran más de dos, que Ibn Sina no tiene en el libro esa especie de muerte heroica sino una más vulgar; que el tema de las disecciones de cadáveres no causa en el libro ningún problema, al menos en ese momento, que el regreso a Inglaterra no supone ese final apoteósico del todo solucionado, sino que ahí precisamente, en ese momento, comienza otro drama mientras escapa de los monjes cristianos.
Me queda la pregunta: ¿Para quién ha sido producida esta película? La he sentido y más ahora después de mirar un poco el libro como propaganda pro americana o pro Otan o pro intervención en Irak (aunque allí no había armas químicas) o pro intervención en Afganistan o pro Guantánamo o... Se me ocurren muchos ejemplos más.
Aparte de esta especie de enfado, intento preguntarme qué me ha dejado psicológicamente, pero esta vez no logro encontrar nada. Si el que la ve no ha leído el libro tal vez perciba la fuerza del desierto, la refinada cultura oriental, la atracción por una tierra distante de la europea capaz de haber dado algunas de las mejores obras de la literatura, y, además, sí, el amor, el valor de la amistad o la difícil convivencia cerca del poder con el señor de Ispahán, el sha, el indolente, el alconero, al que acostumbraron a mandar de forma insensible, a no temblar ante el dolor ajeno que él ordenaba, ante los castigos, los suplicios y el terror que su padre y él con posterioridad dispusieron no de peor manera que tantos otros reyes. Y qué decir de la muerte de ese sha que me recordó una vieja historia de un héroe burgalés muy conocido aquí en España.
En suma, es sí, según nos dicen la película El médico, pero no es la película de la obra El médico, a la que se parece por aquello del desierto, de los camellos, de la difícil convivencia de las tres religiones (cristiana, musulmana y judía), y de los difíciles comienzos de la medicina, más cuando esta era juzgada desde el plano de "la divinidad" en la tierra: las religiones. En suma: se han contentado con dos o tres escenarios (Inglaterra, el desierto y una supuesta tierra persa), falta el resto, un año de viaje por Europa hasta poder embarcar hacia oriente, India, y, por supuesto, algo más, profundidad, que hubiera podido ser aún mayor que en la obra, sin duda, porque el tiempo nunca pasa en vano, ni para las páginas de un libro ni para un autor que, quizá aún tenía mucho que aportar.

martes, 7 de enero de 2014

EN LA FLOR DE LA VIDA

Pilar Alberdi

Simplemente, maravillosa. La fleur de l'age(En la flor de la vida), 2011. Una película de Nick Quinn con guión de Andréïa Barbosa y Santiago Amigorena. Con los actores Pierre Arditi, Jean-Pierre Marievelle, Julie Ferrier en los papeles de un sexagenario, un octogenario y una joven.
En Málaga, el cine Albeniz es siempre un referente de la exibición de este tipo de películas. Salas pequeñas en donde uno siente la complicidad de los asistentes que van a disfrutar, a sufrir, a sentir un tema que les interesa, que les ha tocado en su vida de algún modo. Eso, además de que están buscando cine que escape al típico formato norteamericano. Cine para su edad, pero también para su forma de ver, de estar en la vida y, qué duda cabe, que el cine francés sabe ofrecer esto: familia que nos resultan verdaderas con problemas como los que podemos estar o no de acuerdo, pero que nos ayudan a comprender que la vida de los otros se parece mucho a las nuestras.
¿Qué nos encontramos en esta película? Magia, esa magia que solo pueden traer a la vida de dos hombres de una misma familia, en este caso Gaspard Dassonville y su padre Hubert, una joven mujer Zana. Con su sencillez y su espontaneidad, siendo ella misma todavía una inmigrante, no una mujer más de la gran ciudad, alegra y comprende la vida de dos personas mayores que vuelven a encontrar lazos que creían perdidos.
Vejez y comedia están unidas. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto en una sala de cine y lo mismo el resto del público.
Preguntas que acierta a señalar el film: ¿qué es la vejez? ¿Cómo adaptarse a esa nueva realidad? El hilo de Ariadna de esta historia entra sin duda de lleno en el laberinto de los recuerdos, de la juventud perdida, de la añoranza del verdadero amor y cómo no del sentido de la vida.